domingo, 29 de junio de 2014

Cry Little Sister -Trasfondo Vampiro



Siempre he sido la oveja negra. Pero desde que vinimos a este antro tras la muerte de mi padre he estado bastante más desbocado. Por suerte tras el entierro, mi madre no ha tenido ni tiempo ni dinero para intentar controlarme. O pagarme un loquero que me catalogara en el monstruo en que me he convertido. Debería estar desde hace tiempo encerrado. Y no viviendo cerca de ella. No en la misma casa que ella. No a tan sólo una puerta de mierda de distancia.
Nos mudamos con el drogadicto de mi abuelo. Un colgado que si no estuviera todo el día puesto de maría y buscando una madre para la mía, se habría dado cuenta de mi mirada acechándola. Cada año que pasa mi obsesión ha ido en aumento y me es más complicado comportarme como lo que soy, su maldito hermano mayor.
Mientras mi madre busca trabajo yo debo cuidarla. Si supiera cómo me gustaría hacerlo me denunciaría ella misma. Ni siquiera yo la culparía.
Debería justificarme con algo relacionado a la pérdida de mi padre, a un apego disfuncional, o alguna mierda de esas, pero mi obsesión con ella empezó mucho antes. Hace al menos cuatro años, cuando yo tenía dieciséis y ella acababa de cumplir catorce.  
Me di cuenta que algo iba mal cuando la vi a través de la puerta de su habitación desnuda y tuve que contenerme para no forzarla ahí mismo.
Desde entonces he intentado alejarme de ella, pero siempre está ahí. Me da asco saber las reacciones de mi cuerpo, cuando ella viene a mí a consolarse hablando conmigo por la mierda de vida en que vivimos.
Tras lo del viejo se unió más a mí, durante una temporada solo hablaba conmigo. Me convirtió en su confidente. Qué niña más tonta.
La primera noche que vinimos a esta casa vino a mi habitación. Llevaba una camiseta mía de Black Sabbath. La erección fue inmediata. Por suerte estaba bajo las sábanas. Estaba triste, se metió en mi cama y comenzó a llorar. No le gustaba esto, me confesó que tenía un medio novio en la ciudad y que le echaba de menos. No sé cómo conseguí calmarla cuando una ira ciega que no me dejaba ver bien se instauró dentro. La idea de que alguien la tocara consiguió acelerarme. Conseguí sonsacarle hasta dónde había llegado con él y saber que no se había acostado con él no me tranquilizó, cuando supe todo lo demás que habían hecho. La eché de la habitación violentamente.
Y me comporté como un jodido enfermo. Acabó llorando en su habitación hasta dormirse.
Yo tuve que salir de casa y alejarme por miedo a perder el control. Lo hice con una mujer que encontré en el bar donde me emborraché y terminé follándomela en el baño con demasiada furia. Sabía que a la mañana siguiente tendría moratones en todo su cuerpo pero no pareció quejarse de mi pasión mientras se la metía. Así que problema suyo.
Llegué a casa a la hora de comer. Estaban sentadas a la mesa. Mi madre estaba asustada y cabreada, intentó razonar conmigo y luego me castigó sin salir. No sabes lo que haces, pensé. No te conviene que esté aquí.
Ella me miraba en silencio. Sabía que pasaba algo y ella estaba involucrada.
Por suerte para mí no se imaginaba hasta qué punto. Maldita sea.
Las noches siguientes el viejo se quedó con ella. Se ve que
en el inserso las señoras no tenían demasiada pulsión para seguir el ritmo de su viagra.
Cuando ella salía a trabajar yo me escapaba. Me emborrachaba y buscaba pelea en ese maldito y tranquilo pueblo de mierda. Llevaba días sin hablarla. Y ella parecía haber entendido el mensaje de aléjate de mí, porque lo había hecho. Y su ausencia me volvía loco. 
Un día sentados a la mesa mientras comíamos, ella contó a mi madre que esa noche iba a salir con un chico. Discutieron sobre la hora de llegada, pero yo no llegué a escuchar el final de la discusión. Me levanté y salí por la puerta.
Mientras bebía en un tugurio un tipo se me acercó. Parecía un colgado, rubio platino, con el pelo de punta, todo de negro, con piercings por su cara, y vestido completamente de cuero. Su mirada escrutándome parecía leer cada mísero pensamiento obsceno que tenía en mi interior. No dijo nada, pero me asusté de que estuviera viendo la mierda que tenía dentro así que me tiré sobre él.
El hijo de puta era fuerte y rápido. Me pegó un par de ostias y me sacó del local. No estaba sólo, cuatro tipos de su rollo estaban fuera descojonándose de la situación apoyados en sus motos.  Intenté soltarme pero otro golpe en el estómago me dejó vendido. Mientras sus compañeros se montaban en sus motos, el
tío se quitó el cinturón y me lo ató a las muñecas.
-         Maldito bastardo –me dijo al oído sonriendo- tienes
gustos muy peculiares..
Un frío intenso recorrió mi espina dorsal. Sus ojos azules brillaron de forma extraña.
Ató el extremo del cinturón a la parte posterior de su moto y con una rapidez sin igual se subió a ella, arrancando y arrastrándome
violentamente por el suelo.
En algún momento perdí el conocimiento.
Cuando lo recuperé estaba en lo que parecía su guarida. Una cueva llena de trastos viejos tirados, con cirios encendidos, algún póster que no supe reconocer. Había música fuerte sonando. Una mesa alargada y ante ella una silla ornamentada como “trono”. El rubio platino estaba sentado en ella ante mí. El resto de tipos estaban tirados alrededor de mí bebiendo en copas oxidadas. Me tenían atado a una silla. El lider bebía ante mi de una botella de plata. Mirándome fíjamente. Por las comisuras se escapó algo del líquido que estaba bebiendo. Era rojo y denso.
Me dolía todo el cuerpo. Me miré y estaba sangrando por una
multitud de heridas. Estaba en muy mal estado.
Volví a fijar la vista en él.
Hizo un gesto a uno de ellos. Al instante estaba a mi lado con la botella de la que antes había bebido y echándome con la otra mano la cabeza hacia atrás, vertió su contenido en mi garganta.
El éxtasis fue brutal, como si toda la vida mis sentidos hubieran
estado atrofiados. Oí la música vibrante, la nitidez de visión me hizo entornar
los ojos hasta que me adecué a esa claridad en mitad de esa penumbra. Mientras la música y los gritos de la manada se clavaban en mi cuerpo su mirada estaba fija en la mía. Sus labios se movieron sin pronunciar palabra, pero supe leer
sus labios: “ya eres uno de los nuestros”.
En ese instante me desplomé.
Como si hubiera estado en un sueño de un psicópata, las imágenes parecían tremendamente reales. Me habían dado una paliza, había sido arrastrado por las calles y casi había muerto, hasta que bebí lo que en el sueño sabía que era sangre.
Cuando desperté la música seguía vibrante. La semipenumbra de las velas, me alertó al instante. Estaba aún en esa cueva. Todo era real.
Los gritos comenzaron.
-      Ha despertado –oí a uno de ellos.
No les veía. Estaban detrás de mí.
El horror vino cuando el que había hablado a mi espalda dio la vuelta a mi silla.
Ante mí estaba mi hermana completamente desnuda, sentada sobre las piernas del líder. Amordazada y llorando.
Intenté levantarme e inmediatamente los otros dos que estaban custodiándoles aparecieron a mi lado y poniendo sus manos sobre mí volvieron a sentarme inmovilizándome.
El líder comenzó a reír obscenamente. Cuando abrió la boca ví sus colmillos expuestos y la pegó a su cuerpo. Tocándola ante mí. Apartando su melena, descubriendo su hermoso cuello acercó su boca a él mirándome.
Me revolví furioso gritando, pero parecía tener unos bloques de hierro sujetando mis hombros y  mis piernas.
Grité y maldije todo tipo de amenazas, y sentí mi rabia
emerger de una forma que jamás había permitido. Noté una neblina rojiza en mis ojos y sentí sangre en la boca.
Toqué con la lengua unos colmillos afilados similares a los
del hijo de puta que tenía ahora a mi hermana.
-      Vamos – siseó- ven a por lo que más deseas. –dijo mientras
la abría de piernas ante mí.
El deseo empezó a palpitar en mis sienes y en mi entrepierna. Rompí las cuerdas que me aprisionaban a la silla. Y en ese momento la presión en brazos y piernas desapareció, el líder  comenzó a gritar y reír y mientras corría hasta ella la empujó hacia mí.
El resto fue muy confuso. No recuerdo qué hice primero, si la follé o la mordí, quizás las dos cosas a tiempo, por suerte la manada me paró antes de que la desangrara totalmente. Después de darle de beber de mí, robar algo de ropa y devolverla a casa, no he vuelto a aparecer por allí.
Cuando pensé que no volvería a verla por lo que la había hecho, la noche siguiente apareció ante mí. Dijo no querer alejarse de mí, y francamente ahora mismo las leyes morales me parecen muy relativas. Se ha convertido en mi consorte a todos los efectos, y aunque aún no la he convertido en algo como yo, como tantas veces me ha rogado, sé que terminaré por complacerla…



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