domingo, 30 de noviembre de 2014

“El Escocés” – Samurai Callejero



Ya casi no recuerdo lo que es haber nacido lejos de los suburbios donde ahora parasito. Donde el olor a monóxido de carbono y a fluidos lo inunda todo hasta perderte en el pulso de la ciudad que nunca duerme. Y aunque mi realidad actual la he padecido mucho menos tiempo que la otra, siento que esta es la que me corresponde.
La vida acomodada que hace ¿eones? disfruté parece un sueño macabro y recurrente que siempre vuelve cada vez que cierro los ojos. Tan lleno de color y comodidades que al abrirlos el contraste es demoledor. Tuve un hogar, una familia, tuve amigos, tuve un trabajo, tuve una identidad… todo ello falso.
No lo vi venir. La mañana cero me levanté como las otras a las 6 am. Me duché y cuando bajé a desayunar mi madre estaba preparando el desayuno. Mi padre ya estaba en Ornius, la corporación en la que pasaba más horas que en casa, como  era lo habitual. Me puse el uniforme, y fui a Cancerbero la corporación de seguridad para la que trabajaba. Tenía un puesto de responsabilidad que gestionaba sin problema. Supongo que era feliz.
Algo me sentó mal, tuve que salir antes de tiempo del trabajo y me encontré el percal. La alarma había sido desactivada. Mi madre yacía muerta sobre la mesa de la cocina con dos tiros en la cabeza y mi padre estaba boca abajo en el suelo cerca de ella con otros tantos en la espalda. Comencé a ver borroso, recuerdo que me llené de sangre cuando caí de rodillas vomitando. Un sudor frío se instauró en mi cuerpo y mientras se me salía el corazón por la boca tuve el impulso de llamar a la policía. Algo hizo un clic en mi cabeza y en vez de eso fui al despacho de mi padre. Tenía que ver quién había hecho todo esto, qué es lo que había ocurrido y recordé que tenía instalado un sistema de video vigilancia desde su ordenador personal que me lo revelaría. Lo encontré encendido. Alguien había trasteado en él y ahora estaba limpio. Intenté acceder al programa de grabación con la clave del viejo, pero parecía que el archivo estaba corrupto. La imagen se había perdido y el audio sonaba como un radio desintonizada. Se oían voces distorsionadas, sonidos metálicos que podían ser golpes o balas perforando la carne. Con la piel de gallina descargué ese galimatías en el disco duro subcutáneo que tengo en la muñeca.
Oí a lo lejos sirenas. La alarma silenciosa de seguridad debía haber saltado y habían mandado agentes para verificar el motivo de la urgencia.
Tenía que salir de ahí.  Un miedo intenso me hizo bajar las escaleras posteriores y salir corriendo de allí. En ese momento sentía que no era lo más sensato, pero posteriormente verifiqué que fue lo que me salvó la vida.
Antes que todo estallase, localicé la dirección de un experto en cibertecnología que conocí a través de mi trabajo. Un tipo que rayaba los límites de la legalidad, pero muy valioso en lo que hacía. No hizo preguntas  a pesar de verme aparecer cubierto de sangre y  con el rostro desencajado. Descargamos el audio de vigilancia y aunque la mayor parte no pudo desentrañarlo, pudo extraer  un par de frases de uno de los asesinos de mis padres. “¿Dónde escondes al escocés? Y más delante de la grabación, “¿Morirás por alguien que no es de tu sangre?”.
No me dio tiempo a procesarlo, cuando en el monitor de mi contacto aparecieron imágenes de mi casa en las noticias. Bajo una foto mía se leía un “en busca y captura” por  el asesinato de mis padres, junto a una sustancial recompensa por mi cabeza. Supuestamente habían encontrado una Ares Predator con mis huellas, tirada junto a sus cuerpos.
Algo golpeó mi hombro. Era un bate metálico que iba en dirección a mi cabeza pero se torció. Lógico, pensé mientras me trastabillaba. Seguramente yo hubiera hecho lo mismo. Se abalanzó sobre mí, forcejeamos mientras yo gritaba en trance que era inocente. Cuando me quise dar cuenta estaba sobre su cadáver. La sangre manaba de su cabeza hasta el suelo por haberle golpeado reiteradas veces contra él.
Borré el audio de su terminal, lo destrocé con el bate y salí de allí pitando.
Había oído hablar de las historias que pasaban en los barrios chungos, y aunque jamás se me hubiera ocurrido ni acercarme sabía que sería mi única escapatoria posible.
Lo que tuve que hacer para conseguir que un tipo limpiara mi identidad me lo reservo. Supongo que cuando trabajas en seguridad puedes llegar conocer a todo tipo de gente. Desde entonces sigo el rastro de mi pasado. Mi verdadero pasado, puesto que los padres a los que consideraba como tales, dio la casualidad que no lo eran. Y resultó que mi padrastro tampoco se dedicaba a las finanzas en Ornius.
Mi vida pasada ha resultado ser un cúmulo de mentiras apiladas unas sobre otras, y aunque ahora cada día resulta ser un gris caótico, sé que al menos es real.





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