jueves, 28 de octubre de 2010

Vendetta



Estoy en una ciudad que creí hacer mía, y sólo soy una extraña. Mis valores, mi honor, mi familia.. todo aquel recuerdo de lo que potenciaba mi Do, ha sido recubierto por una fina neblina que no cesa de volverse más opaca y hostil.
El fuego que arde dentro de mí, me consume. Deseo estallar, comprendo a mis enemigos.. pero me paraliza el deber.
La esencia de mi avatar parece que me ha olvidado, y cada vez me siento más perdida aquí.
Me refugio en la serenidad que produce el refuerzo del cuerpo y de las enseñanzas que allí practiqué, debilitando mi mente. Haciendo desfallecer mi cuerpo, al tiempo que junto al espíritu, lo hago más fuerte.
Caigo rendida en mi lecho, y aparece él..
Maldigo no poder conciliar el sueño sin que su presencia juegue conmigo. Sin que esas escenas vayan reabriendo cicatrices que nunca llegaron a cerrar.. Pero mentiría, si dijera que desearía que no volviera a aparecer más..
Jadeando despierto, con una sensación oprimiéndome el pecho, que se agita salvaje lleno de odio y dolor.
Me siento ante todos los libros, buscando una respuesta que no encuentro. Y termino hallándome con dos de ellos ante mis ojos.
Si no fuera por mi código no depararía un solo momento en las consecuencias. Mi consciencia desaparecería al fin y mi hoja sería el deseo que funde mi cuerpo.
Acaricio al enemigo..
Tomo el libro de él entre mis manos alejándome de su opuesto.
Intercalo miradas entre ambos.
Ojala no me esté viendo perder el control. La tentación no deja concentrarme en sus palabras. No ceso de mirarlo.
Soy incapaz de separar mis emociones, y siento que cada segundo de duda es una traición contra él.
Cierro los ojos procurando poner calma a mi yo interior. Abro los ojos y me encuentro con que mis dedos acarician lascivamente el tomo de sus asesinos.
¡No puedo más!
Me levanto tirando la silla. Aparto todo lo de alrededor. Tomo su diario. Coloco incienso. Me siento en el suelo, trazando símbolos que no creo conocer en profundidad pero que se repiten una y otra vez en mi mente, habiéndose sellado en ella.
Tomo mi katana y me hago un corte en la palma de la mano, y la pongo sobre el libro, mancillándolo. Bajo el rostro murmurando los rezos que aprendí de mi maestro y salgo de mi.
No sé donde estoy. La oscuridad es absoluta y a lo lejos veo una claridad turbada. Sus tonos rojizos me dan escalofríos. Siento pavor y excitación. Ese lugar me es conocido. Allí………
Camino lentamente con la mirada febril. Detrás de esa luz..
Cuando mis dedos están a punto de traspasar la barrera, mi avatar cae contra mí rabioso empujándome con sus zarpas hacia atrás.
Estoy aquí. De nuevo. Debo irme.
Me refugio en mi Dojo, buscando el equilibrio y allí, soy mandada llamar.
Una pista quizás –pienso-. Un paso más cerca de todo esto. Pero siento que sólo soy una marioneta en manos de quienes tienen las respuestas que necesito, y a las que estoy vetada. Durante el viaje voy intentando ponerme en contacto con mi Avatar, sin conseguirlo. Acabará por presentarse ante mí, cuando él lo considere oportuno. Como siempre. Sonrío cínica.
Mis compañeros de viaje resultan peculiares.
De pronto todo se vuelve borroso y siento golpes en todo mi cuerpo, mientras estoy tirada en el suelo mojado. Creo que pronto me desmayaré por el dolor.
Mi voz está silenciada. No chillaré.
Y mientras el dolor se hace cada vez más insoportable, pienso en tí.
Sea como sea, yendo contra mis propios principios, o contra mí misma, te vengaré. Daré muerte a quienes te asesinaron.
¿Me escuchas?
¡¡Te vengaré!!
Hermano
***

A cada paso que daba, mi mente se cerraba en un paroxismo que no podía controlar. La excitación era tanta, que me impedía tomar el control sobre la razón, que no dejaba de caer.
Sentía que /ese/ era el camino. Lo sabía. Algo tiraba de mí con tal fuerza que temía que algo se interpusiera en él. Tenía miedo de que llegado ese momento, quedara cegada por la sensación afásica del fin por el fin. Y en este momento me resultaba indiferente.
Ya estaba cerca..
Me aproximaba con la certeza de que estaba jodidamente cerca.
No fue difícil llegar hasta allí, no era esa vigilancia la que me preocupaba.
Cuando atravesé la puerta de la habitación, mis sentidos fueron golpeados. Se ralentizó todo como si hubiera salido de mi por unos instantes y luego hubiera comenzado una proyección en la que mi cuerpo y lo que este veía, me era filtrado con unas milésimas de diferencia acentuando la sensación de latencia contenida.
La sangre ahora reseca manchaba el suelo, y las paredes. Los símbolos cincelados sobre ellos me eran extraños, y hubieran pasado indiferentes, si no fuera porque despedían con una fuerza potente unas emociones hirientes.
Todo quedó oscuro. La brisa azotó mi cara cuando quise darme cuenta de donde estaba. La claridad había sustituido a la nada que en esos momentos sintió mi alma, y todo dio su comienzo.
Estaba frente a un templo. No era el de mi familia, pero creí distinguir ciertos matices familiares. Ante él una figura oscura y fibrosa masacraba a los monjes que ahora huían caóticamente ante el ser que empuñaba una katana en cada mano.
No podía ver su rostro. Estaba cubierto por una máscara de gas.
Corrí interponiéndome ante él desenfundando mi katana parando la embestida. La ira se apoderó de mi cuerpo. Pero algo me impedía atacarle, sólo podía parar sus golpes.
- ¡¿Quién eres?! - Chillé-
El sonido de las hojas era el único que ahora se filtraba en mi mente. Era muy ágil. Ahora manejaba el arma con ansiedad. No podía dejar que se esfumara. Esta vez mi mente tendría el control de la realidad en la que ahora me encontraba.
Me acerqué más a él, mientras de mi boca surgía uno de los rezos que había aprendido mucho tiempo atrás. Golpeé con fuerza y una de sus katanas cayó.
La aparté de una patada, mientras con mi cuerpo le obligaba a retroceder. Volví a embestir, esta vez con mayor fuerza y quedó desarmado.
Ante esto, comenzó a alejarse corriendo. Salí tras él, le empujé y me tiré sobre él.
Notaba como jadeaba tras su máscara, pero no hacía nada por librarse de mí.
Con el filo puesto sobre su cuello, tiré de su máscara...
¡¡¡¡HERMANO!!!!

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