sábado, 4 de septiembre de 2010

Drenaje espiritual


La noche permitiría aclarar las ideas mejor que cualquiera de las muchas combinaciones de hierbas que llegué a conocer gracias a la sanadora Sophìe. El viento fiel desataba la esperanza en mi mente, cuando lo que yo ahora quería era dejar los excesivos claros del bosque y guarecerme en cualquier rincón oscuro, y seco y dejar se soñar. Por más que corría, que jugaba miserablemente a apartarme de la luz, nada cambiaba. No había un solo rincón carente de vida, en el que poder regodearme y eludir mi responsabilidad. Una respuesta. Un.. compromiso de por vida. Al menos un par, según la creencia propia de los que fueron mis compañeros al principio del camino. Algo que jamás se me ocurriría siquiera sugerir con sutileza frente a la maestra. “Todo es ciclo”, diría, “por más que cambies, una tras otra, sea una la punta de un iceberg, y la otra la base, como tal, siempre habrá una conexión, y esa será tu esencia. Negarla simplemente te haría vivir unas tantas de relleno. Y quizás como consecuencia no conseguirías desterrar esas emociones residuales. Tú sabes quién es el artífice de tu devenir. Así que deberás asumir con que te conviene jugar y con qué no”.
Pero aunque fuera una sola vida si quiera, esta que es de la única que tengo constancia por ahora, ya es excesiva responsabilidad. ¿Por qué debería cambiar? Y mejor aún. ¿Por qué ahora? Cuando más puedo disfrutar de todo mi potencial. La bestia está deseando salir, cada recuerdo de lo que vi, me escupe a la cara, instándome a hacerme perder el control. Y bien saben los astros que jamás me consagré como alguien versado en el autocontrol. Ser demasiado explícito en opiniones simplemente han sido los preliminares de lo que prometía una noche húmeda e intensa. Qué más daba quién quedaba peor. El éxtasis del final, y el descenso a trompicones, entre jadeo y jadeo hasta el letargo más absoluto eran mi gran precio dorado. Y nunca he querido ni podido dejar de ser un grandioso hedonista. Y ahora debería apartar de mí la lengua, cuando tantas llagas están supurándome, y tengo tanto dolor que “encauzar”.
He sido siempre más un ser de jerarquías, que un bailarín de la corte. Sé cómo me comportaría en esa camada de estúpidos, engreídos y zorras. Soy demasiado directo, y me considero demasiado sensible intelectualmente, para sonreír cuando se mean complacidos en sus finos y sagaces comentarios xenófobos. No puedo seguir a quien no respeto. Y nunca he respetado a la gente con demasiada debilidad. Tienden a convertirse en espirales de hojas afiladas y revueltas de tendencias demasiado indiscriminadas para mi gusto.
¿Cómo puedo siquiera pensarlo?
Lo sabes. Lo sabes muy bien. Es por la maestra. Ella es la única que vale la pena. Lástima que no haya sabido buscarse una camada más apropiada a la que guiar y a la que dejar el legado de su propia sabiduría. Bueno, al menos ha sabido ver el destello de la lucidez aún estando enredada por semejantes alimañas. No puedo dejar de sentir el regusto de la bilis cuando pienso en sus caras. Su propuesta fue algo tan inverosímil que hizo caer un par de muros de contención ante el estallido de la presa en la que yo mismo me fui a estampar. Todo tiene su consecuencia, y el precio de mi erótica pulsión no pintaba de barata.
¡Pero debería saber que NO pienso tratar con ellos! Maldita sea, sería condenarme a una vida llena de hipocresía y vulgaridad. Siempre he sido un solitario, pero he sabido seleccionar a mis ocasionales compañeros de cámara, cuando así lo he requerido. ¡Rebajar el baremo sería volverme obsoleto! Y entonces ya no te serviría para nada, estúpida cabezota. ¿Qué he de pensar de esto?.. ¿que la mujer que ha conseguido suspender la entropía es una mera cabaretista de dos números? ¡Es imposible! No podría soportar esta inquietud y este anhelo transformado en esperanza, que ha inculcado caprichosamente en mi interior. Me ha mostrado la tenue luz de la expectación, una variación en mi senda, que iba en terrible descenso a mi propia vulgarización. Ahora ella me enciende, sin saber cómo, la imagen del paraíso que jamás creí poder encontrar. Y se halla tras los pasos de.. una guía. Y la ha cincelado con tanta calidad y precisión que ha dejado yermo aquel dibujo de rayas quebradas y círculos propio de un niño plastidecor, que una vez creyó ser un gran obrador.
Estoy en pelotas ante su arte. Deja mi mente, mis manos y mis palabras, tan vacías y torpes, que no dejo de temblar ante mi vulnerabilidad. Al fin has aparecido, mi líder. Aunque eso suponga ser un soplagaitas más. Aprender un par de pasos, contener mi indomable espíritu, y ver cómo va eso de inclinar un poco la cabeza y ensanchar un poco la boca, cuando algunos de tus estúpidos siervos se dirijan a mí con condescendencia. Todo eso lo haré por ti, mi dama insolente. Estoy deseando ponerme el collar, si con ello puedo saborear las dulces y atrayentes mieles de tu conocimiento.
Pero bueno, todo esto ya lo sabías desde un principio, ¿no es así? Mi Bella dama insolente...............

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