sábado, 4 de septiembre de 2010

Gritos Primarios





Golpeé con el puño el cristal. En un instante la oscuridad de cuarzo negro, estalló como una bestia incontrolada en todas direcciones arrancando todos los absurdos límites, a los que se mantenía sujeta, con la insolente dependencia de una perra.
Cristales teñidos de rojo gore salen despedidos de mi cuerpo estático. Extendidos los brazos y la cabeza alzada en una pose de superioridad histérica. Como la sonrisa que se cinceló.
El viento eleva su demencial velo, lleno de telarañas y cuerdas podridas.. y el tapiz se abre. La realidad se desquebraja.
Camino a través de ese túnel con la mirada al frente. Piso firme a cada paso.
La tela que me cubre se cuartea y cae.
Jadean las paredes y el suelo con lujuria cavernosa y estridente. Revolcándose como una amante desesperada.
Mi piel desnuda siente como vibra mientras se pega a ella, como una membrana que se contrae y relaja.
Moja mi cuerpo con su sudor, y se mezcla su olor con el mío, deslizándose la sangre entre ambas.
Mis pies desnudos se amoldan a sus latidos.
Sigo avanzando.
No es aire lo que respiro. Es algún tipo de gas que se filtra por cada poro. Caliente y húmedo. Me estoy bebiendo su vida. Mientras, con cada inspiración mía, ella se agita violenta y sigue oprimiéndose contra mí, con mayor intensidad.
Sigo andando. Perdiéndome dentro de ella.
Algo en mi mente me advierte que no es un camino que conozca, pero mi cuerpo avanza con seguridad inquebrantable. Sosegada.
Consciente de que este ahora era por lo que había esperado toda su existencia.
El pasadizo se cierra contra mi furioso, en lo que parece su última acometida. Exhalo un gemido incontrolado y caigo hacia delante.
Aire frío. Flagela mi cuerpo desnudo y mece violento mi pelo, azotándome.
Palpo a mi alrededor en la semi oscuridad. Agachándome noto otro túnel de menor tamaño.
Me arrodillo, y penetro a cuatro patas por él.
La tierra que va cayendo se pega al sudor de mi cuerpo.
Mi corazón golpea violento, rompiendo la cordura.
Las piedras rasgan mi piel.
Avanzo respirando la opresiva atmósfera que hay allí.
La ira crece en mi interior. Proyecto mi mente hacia delante, mientras las heridas escuecen cada vez más.
Araño la tierra furiosa, aumentando estúpidamente el dolor.
Cuando por fin distingo un oscuro resplandor delante de mí, escucho cómo retumban a lo lejos timbales pesados, mezclándose con susurros, gemidos y gritos.
Me arrastro todo lo rápido que puedo hasta él, intentando alejarme definitivamente de esa opresiva sensación de claustrofobia mordaz, que me consumía.
Caigo de nuevo y golpeo mi cuerpo contra el suelo.
Todos están allí. Sus rostros llenos de cicatrices aciagas, cubiertas por las túnicas negras.
Los acólitos gritan con mayor fuerza a mí alrededor.
Mi mirada vidriosa lo empaña todo.
Me agito violentamente hechizada por sus guturales plegarias.
Manos lascivas por mi cuerpo, abren las heridas, desgarrándome.
Chillo en silencio mientras todo ese ruido martillea en mi alma.
Me levantan. La oscuridad parpadea intermitente, dificultando aún más la visión.
Noto como avanzo hacia delante conducida por ellos.
Tropiezo y caigo en varias ocasiones. Me levantan y siguen empujándome.
Acercándome más.
Miro sin ver a mi alrededor, la atestada y enorme cámara que nos limita.
La muchedumbre se aparta un poco delante de mi y creo ver una especie de atril, cubierto de lo que parecen trozos de piel humana cosidos, sobre él. Aparto como puedo la vista a un lado y me fijo por primera vez en un gran número de seres que están arrodillados, formando un extraño pasillo de muerte y desolación. Moribundos y cadáveres a los que se les ha arrancado a trozos la piel.
Mi mente se clava enloquecida en el cada vez mas cercano, manto y siento como se revuelven las entrañas dentro de mí.
Me empujan de nuevo.. y alzando la vista, les veo tras él.
Toda la confianza que había tenido en un principio, se volvió yerma y extinta.
Tras el siniestro atril, estaba un viejo cuya carne estaba cubierta de escamas y cicatrices. La barba blanca que le nacía en partes desiguales del rostro, lograban en él un aspecto aterrador.
Su mirada ciega me miraba firmemente a los ojos, mirando dentro de mí. Sonriéndome en una mueca horrible, mostrando unos dientes afilados como el de una bestia.
A su lado estaba un hombre jóven. De cabellos oscuros al igual que sus ojos. Pese a su solemnidad, miraba con gran fulgor.
Tropecé cayendo de rodillas en un escalón que estaba frente al altar.
Los que habían recorrido ese camino conmigo, se alejaron sin cesar sus gritos y murmullos incomprensibles.
Una garra tiró de mi pelo levantándome. El viejo ciego miró nuevamente mi rostro.
Me dio la vuelta quedando entre el hombre joven y él.
No recordaba nada. La confusión era extrema, pero notaba que ya se acercaba el final.
Noté como puso sobre mis hombros desnudos, aquel manto que quitó del atril.
Un líquido pegajoso resbaló por mi cuerpo.
Abrió su boca en un rictus atroz, mostrando sus afilados dientes.
Presionó mis oídos con sus manos, haciendo retumbar con su voz de ultratumba, algo que resquebrajó mis oídos, que sangraron a través de sus manos.
Mientras, el otro hombre se acercó a mi con un puñal que hasta ahora no había visto, y mirándome fijamente lo clavó en mi pecho con furia.
………………………
- Bienvenida al rebaño, Mercy, amor mío….

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