Traspasando las puertas automáticas negras con espejos, un
hall con forma de decaedro y suelo carmesí brillante me da la bienvenida.
Iluminado con candelabros, contrasta lo moderno con lo gótico, de una forma
exquisita. Mis tacones metálicos resuenan cuando avanzo con paso firme hasta el
fondo. Una mujer oriental de origen sintético, me da la bienvenida en varios
idiomas.
- - Habitación 79 -susurro mientras pongo sobre el
mostrador una torre blanca de ajedrez. La oriental vestida de raso blanco clava
sus ojos cibernéticos y escanea mi retina izquierda. Hace un amago de sonrisa y
me da una tarjeta magnética con la forma del hotel totalmente negra y un número
pequeño y carmesí. 79.
La cojo, inclinando sutilmente la cabeza y me dirijo a la
parte izquierda, donde integrada en la pared se encuentra el ascensor. Lo llamo
y no tarda en llegar. No hay nadie en su interior. Su forma rectangular y del
color de la obsidiana me recuerda momentáneamente a un féretro. Alejo
rápidamente la imagen de mi mente y fijo la mirada en el espejo mientras las
puertas se cierran a mi espalda. No reconozco a la mujer que tengo delante. Su
belleza me es extraña, ya que hace años que no soy vista. Me concentro en los
ojos y sus tinieblas me impiden mantener más que unos segundos la vista en su
profundidad. Cierro brevemente los ojos y me giro, apoyándome contra el espejo,
dejando las emociones detrás, como hasta ahora.
78.. 79.
Justo cuando se va a abrir la puerta del ascensor, saco del
bolso un pequeño vial de color púrpura. Lo destapo con los dientes e ingiero el
líquido con sabor a fructosa. Mientras se abre la puerta, pierdo durante dos
segundos la visión de mi ojo izquierdo, y dos zumbidos en mi oído interno, me
dejan sin audición durante el mismo tiempo. Recupero los sentidos en cuanto la
puerta se termina de abrir. Ante mí, la puerta 79, similar a la de la entrada
del hotel, pero esta mucho más pequeña, automática, y con espejos, está abierta
unos quince centímetros en el centro. Miro a mi alrededor y solo hay un pasillo
largo y negro, sin ninguna otra puerta aparente. Me asomo y la estancia está en
penumbras, iluminada únicamente por las luces de Tokyo en las cristaleras al
fondo. Acerco la tarjeta hasta el lector, que se encuentra en la parte
izquierda de la puerta. Hace el ademán de abrirse un par de veces, hasta que lo
hace totalmente. Escucho un siseo en el silencio en el que me encuentro y noto
un pinchazo en el cuello. Todo se oscurece y noto que las fuerzas se escapan de
mi cuerpo y caigo.
Me despierto sobre una superficie dura, en posición
horizontal. Sobre mí, un alto techo techo y a mi izquierda unos ventanales donde
se ven las luces artificiales de Tokyo. Intento incorporarme pero no puedo,
estoy amarrada con unas correas por tobillos y muñecas. Un pañuelo de seda
negra amordaza mi boca. Miro enfrente y sentado a la larga mesa que me sujeta,
está él…
Jürgen está tirado sobre una silla con un vendaje ensangrentado en el
pecho desnudo. Viste unos pantalones negros semiabiertos. Su mirada está febril
y su pelo despeinado y algo caído sobre sus ojos. Su mano izquierda está
apoyada sobre la mesa y empuña un revolver antiguo que apunta hacia mí, de
forma distraída.
Hay dos hombres más en la estancia. Parecen la escolta del
presidente de Overlooker. Se acercan a mi y comienzan a pasar unos dispositivos
de rastreo por todo mi cuerpo. Uno de ellos, mantiene el dispositivo en mi
rostro y tras varias pasadas, lo mira fijamente y se lo acerca a él. No ha
dejado de mirarme desde que he abierto los ojos. Desvía brevemente la mirada al
lector y parece decirle algo al oído. Hace una leve mueca, que puede ser una
sonrisa cínica y les pide que salgan de la habitación. El que ha hablado con
él, se queda unos instantes dubitativo y luego acata la orden.
Me fijo por primera vez que tiene un vaso en la otra mano, le da un largo trago y dejándolo sonoramente sobre la mesa, se incorpora con relativa dificultad y queda mirándome desde arriba.
- -Vaya, señorita Wallker, Analista de Sistemas
0890600 -P -dice arrastrando las palabras. Va pasando el cañón de la pistola
por mi muslo derecho ahora descubierto. El frío del arma, contrasta con el
calor febril de mi cuerpo. Sigue deslizándola hasta llegar a mi ingle y la para
sobre mi sexo. Un jadeo se escapa de mis labios. Está a mi lado, a escasos
centímetros-. Leah…. -susurra lascivamente-. Dime una cosa.. Leah, ¿aún te
masturbas pensando en mí?. -Sonríe cínico y vuelve a controlar su expresión-.
Mete la mano en el bolsillo del pantalón y saca el vial
vacío. Lo huele mirándome y lo pone a mi lado sobre la mesa.
- - Sigues siendo una patética idealista romántica, señorita Wallker… -Sube lentamente el cañón por mi vientre y sobre mis pechos-. - Leah, Leah... -jadea con cadencia- Ahora no te monitorizan. Elegiste el vial equivocado. -Saca el otro vial de su bolsillo. La opción secundaria. Lo abre y me lo acerca a los labios.
El que me matará.
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