domingo, 25 de diciembre de 2022

La red de la medusa (II)




Después de haber terminado esa noche en el baño desmayada, tras el contacto con el perro fiel de mi ex jefe, salí por la puerta de atrás, custodiada por mis niñeras de Unitec, de muy malas formas. Nuevamente, volvía a tener el foco de la duda sobre mi nuca y eso era algo intolerable a estas alturas de la película, que había convivido con ellos y sabía más de una de sus mierdas. La nota que encontraron en mi garganta, antes de poder tragarla, con la dirección del hotel y las iniciales de mi ex jefe y director de Overlooker, su gran competidor, no iba a interceder a mi favor. Una vez fuera del Casino Senso-ji, me vendaron los ojos y me pusieron unas esposas cromadas en las muñecas. Esta vez el trayecto de vuelta a las instalaciones lo hice en el maletero. Conectaron los altavoces en mi nueva jaula a niveles poco recomendables para la seguridad auditiva de cualquier ser vivo. Parecía estar en una rave de 1.90 x 55, atada y pateada por un par de osos puestos hasta el culo de anfetaminas. Cuando frenó el vehículo, la música cesó a la vez. Dos segundos después, era sacada por mis custodios y una jeringuilla se clavó en mi yugular. Después la oscuridad fue aún mayor.

Cuando abrí los ojos, estaba en una sala con una luz blanca hirientemente potenciada,  llena de espejos negros bidireccionales, en paredes y techo. Lo primero que ví fue mi imagen destrozada en el espejo del techo y lo primero que sentí fue un dolor atroz en toda la superficie del cuerpo sobre la que estaba recostada. Un somier metálico oxidado, sobre el que alguien se había olvidado de colocar un colchón. Justo cuando me intenté levantar de allí, un ruido atroz estalló en la sala, como si estuvieran emitiendo  sonidos superpuestos de una masacre, llena de colisiones y exploxiones, regados por chillidos inhumanos. Las luces comenzaron a parpadear como si estuvieran presas de un ataque epiléptico, todo dejó de estar donde estaba y lo que me rodeaba, pareció convertirse en el escenario de la guerra que parecía sonar taladrando mi mente. Bestias cromadas desmembrándose entre ellas, a la vez que tropezaban sobre partes orgánicas e inorgánicas retorcidas entre ellas, como si estuvieran fundidas por algún tipo de aleación de metal. Con cada apagón y encendido de luces, esas bestias se aproximaban más a mí hasta saltar sobre mí destrozándome. Cuando esto ocurría la oscuridad y el silencio caían sobre mí como un dulce telón y mi consciencia parecía dejarse ir.  

Con la vigilia, todo volvía a iniciarse como un resorte y la pesadilla parecía volver a comenzar.

No sé cuánto tiempo estuve en ese estado de alteración, si fueron minutos, días o meses, sólo sé que cuando la trescientos veinticincoava vez que desperté, ya no había ruidos y las bestias no estaban fuera. Pero cada vez que parpadeaba, las tenía dentro de la cabeza.

Uno de los muelles sobre el que estaba acostada, terminó clavado en mi costado, mientras lo que parecía un despojo enloquecido me miraba desde arriba, goteando mi sangre.


*** Control de seguridad finalizado. Día diecisiete del programa “indefensión aprendida” de la anteriormente conocida como, señorita Walker. L. Recuento de fallos multiórganicos: 5. Recuento de intentos de autoagresiones: 23. Recuentos de registros psicofisiológicos para detectar esfuerzo cognitivo en la simulación: 1. Recomendación: eliminación del sujeto. Pendiente de autorización del Sr. Kiyoshi. ***






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