Una ventana emergente se superpuso al programa de gestión
datos en el que me encontraba trabajando. “Control de Fidelidad” a las 12:25 am.
Mierda.
Los últimos meses la paranoia había aumentado en la oficina.
Los Controles de Fidelidad se habían incrementado en la planta dieciséis.
Debido al sistema de departamentalización de la Corporación, el flujo de datos
entre plantas estaba totalmente prohibido. Pero aún así los rumores de filtraciones
terminaron por llegar a oídos del
personal. Todo ello unido a la atmósfera de tensión frente a una nueva
competidora Unitec, había gestado un ambiente enrarecido y asfixiante en la
oficina.
No era lo único que hacía de trabajar en Overlooker
complicado. Fuertes medidas de seguridad al inicio y al finalizar la jornada,
la escasa (casi nula) comunicación entre compañeros de planta, la imposibilidad
de interacción con trabajadores de otras plantas, incluso la prohibición de relacionarse
con nuestros propios coordinadores fuera del trabajo resultaba antinatural. El
día a día contrastaba brutalmente con las numerosas cenas de empresa, y actos
sociales a los que debíamos acudir como si de la propia jornada laboral se
tratase. La vida familiar quedaba subyugada por completo a Overlooker. La empresa de seguridad de información tan aséptica
e impersonal, como profesional.
Nuestra única herramienta conectiva en el trabajo era el
OVLR, un programa informático donde se nos permitía interactuar con los miembros de los equipos a los que
pertenecíamos.
El hilo ambiental estaba formado por acordes electrónicos
fríos y sin emociones. Casi como los que allí trabajábamos.
Las 12:23 am.
Cerré el programa en el que estaba trabajando. Guardé en el
cajón de mi escritorio el dispositivo móvil de la empresa, cerré con llave y
reajustándome la chaqueta y la falda me encaminé hacia la puerta del Señor Jürgen
Westermann.
En ese momento se abrió la puerta y salió sudando y con el
rostro descompuesto Paul. Me hizo un gesto con los ojos advirtiéndome y
gesticuló un “suerte” antes de volver a su mesa de trabajo.
Tenía el corazón a mil. Imágenes inconexas de ayer por la
noche cruzaron mi mente. Aquel pub, el humo del tabaco, los combinados, el
estrés, el aliento del Señor Kiyoshi en
mi cuello.
-
Adelante. –se oyó a través de esa puerta entreabierta.
Salí de la ensoñación, y con paso firme entré cerrando la
puerta del amplio y luminoso despacho. Una habitación con un gran ventanal, que
contrastaba con las oficinas sin luz natural que teníamos sus empleados.
Una mesa rectangular, metálica, con dos sillas a cada
extremo y la máquina de Fidelidad sobre ella.
El día era oscuro, las nubes se cernían también en el
exterior advirtiendo la tormenta.
El señor Westermann estaba apoyado en la pared frontal
esperando.
-
Buenos días. –Susurré-
Se quedó mirándome con sus gélidos ojos azules. Vestía traje
y camisa gris, corbata negra y zapatos grises.
Me senté en la silla con las piernas juntas, como mandaba el
protocolo. Fijé dos sensores en las sienes. Cuando cogí el tercero el Señor
Westermann me lo quitó sutilmente de la mano y girando la cabeza a un lado
expuse mi cuello y lo conectó en mi yugular.
Con la mano temblorosa por su cercanía desabroché dos
botones la camisa perfectamente abotonada y colocó él el último sensor sobre mi
corazón.
Con relativa fuerza cogió mis muñecas y las extendió sobre
la mesa y me puso en los dedos índices dos monitores de constantes vitales.
Se sentó frente a mí y encendiendo la máquina sentí como el
magnetismo de la máquina recorría mi cuerpo.
Mirando la pantalla en el que se reflejaba mi pulso, mis
pupilas, mi privacidad, se puso un transmisor en el oído izquierdo y comenzó.
-
Di tu nombre, apellido e identificación en Overlooker.
-
Leah Wallker, Analista de Sistemas código 0890600-P.
-
Nivel de seguridad y nombre de los proyectos en los que
trabajas.
-
Nivel de seguridad 16-B. Proyecto Atritbutivo y
Proyecto Nemotecnia.
-
¿Has revelado algún dato de alguno de esos proyectos?
-
No.
-
¿Has sustraído información de Overlooker y la has
descargado en algún otro terminal no perteneciente a Overlooker?
-
No.
-
¿Has mencionado a alguien externo a tu equipo de
proyecto sobre alguno de los proyectos en los que trabajas o has trabajado con
anterioridad?
-
No.
-
¿Has hablado alguna vez con alguien externo a
Overlooker sobre los protocolos de seguridad de Overlooker?
-
No.
-
¿Has sacado alguna vez algún terminal de la empresa
fuera de sus instalaciones?
-
No.
-
¿Dónde estuviste anoche?
-
¿Qué? –exhalé-
-
¿Dónde fuiste anoche después de salir de Overlooker?
–dijo clavándome sus ojos prescindiendo de la pantalla. Ese tipo de preguntas
estaban totalmente fuera de lugar.
-
Yo.. –balbuceé-
fui a tomar algo. –Arqueó una ceja-.
-
¿Has vendido secretos de empresa?
-
No..
-
¿Quieres dejar Overlooker?
-
No.
-
¿Te han hecho alguna oferta laboral en Unitec?
-
No.
-
¿Cómo se llama el Pub al que fuiste ayer noche después
de trabajar?
-
Blue Sun.. –lo sabe-.
En ese instante llamaron a la puerta. Entró Morrison la
secretaria del Señor Westermann y le entregó una carpeta que este dejó ante sí sin
mirarla. Esta me miró reprobatoriamente
antes de irse y se marchó.
-
¿Mantienes alguna relación personal con alguien?
-
No.. no entiendo.
-
¿Mantienes alguna relación personal o sexual con
alguien? –repitió inquisitivamente-
-
No. –respondí bloqueada por el cariz en el que estaba
derivando la prueba.
Apretando los puños brevemente sobre la mesa, se levantó.
Me iba a levantar, pero haciéndome un gesto brusco con la
mano me quedé expectante.
Sin prestar atención ya a la máquina preguntó.
-
¿Aún sientes algo por mí?
Mirando su anillo de casado respondí mirando a un lado.
-
Sí..
Sonrió cínico y echando mano a la carpeta sacó una
fotografía y la tiró delante de mí. Éramos el Señor Kiyoshi director general de
Unitec y yo en Blue Sun la noche anterior a punto de besarnos.
-
Estás despedida. –dijo cerrando los ojos. – Tendrás
noticias de nuestros abogados-. Girándose pulsó un botón debajo de la mesa.
–Seguridad…
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