miércoles, 31 de julio de 2013

Pecados Atemporales: Jezabel




- Querido, ¿otra vez leyendo sobre esa mujer? -digo mientras mis largas manos acarician el cuello de mi reciente marido judío. Le noto estremecerse por mi contacto, y cuando intenta cerrar el libro como si hubiera sido sorprendido con una revista porno, me inclino apoyando mis generosos pechos turgentes sobre su hombro, plantando la mano en sus "Sagradas Escrituras"-.


"Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y comer cosas sacrificadas a los ídolos. Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. He aquí yo la arrojo en la cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella."

- Jessy, no te he oído entrar. -dice girando su cara hacia mí-. Me inclino dejando caer mi  largo pelo negro sobre su pecho y beso su boca con lujuria.- No es lo que parece. ¡Detesto a esa mujer!  Su lujuria y su decadencia deshonraron a mi pueblo a los ojos de Jhavé. Y ni que decir tiene que fue la culpable de la depravación del  pobre Rey  Acab.

- Jacob, bien sabes que no es que no respete tu fé.. pero..
- Pero no la compartes. Rezo a Dios todos los días para que algún día lo hagas.
- ¿Lo haces tú o lo hace toda tu familia? Veo como me miran tu madre y tus hermanos. Y tu padre no ha puesto un pie en esta casa desde que me mudé aquí.  No toleran que sea atea. Quizás Jezabel y yo no seamos tan diferentes. Ninguna fue aceptada por su religión o falta de ella.
- ¡No seas absurda, Jess! ¡Ella era una horrenda mujer que fornicaba con cualquiera! Tú simplemente no sabes aún en qué creer. 
Un brillo fugaz cruza mi mirada mientras oculto tras su abrazo una sonrisa condescendiente. 
-Jess .. -jadea perdiéndose en el movimiento cadente de mis caderas. Está en su punto.
- Jacob.. -ronroneo en su oreja-, recuerda que esta noche tengo otra reunión, querido. 
- Mm.. -intenta argumentar, pero intento tener algo de mano con él (concretamente la derecha…).
- Es sábado -susurro- y tú más que nadie deberías valorar mi labor. Ayudar al necesitado. Colaborar para que tengan otro tipo de .. ocio a los pobres y a los adictos.. mis reuniones consiguen aplacar a sus bestias.

Coge mi rostro con ambas manos encarándome a él.

-Sabes que te apoyo Jessy, pero los vecinos empiezan a hablar. Tus reuniones con ese tipo de gente.. no les tranquiliza. Este es un barrio tranquilo y decente. Empiezan a cuestionar tu buena fé.

Me levanto indignada.  Le miro desde arriba y el juego de luces de la lámpara de cristal de araña me confiere una imagen canónica, de la cual me valgo para enlazar con la réplica que vierto por mi boca.

- ¿Me estás criticando por realizar una mitzvá? ¿Por intentar ayudar a los delincuentes y a los adictos?  ¿Acaso cuestionas mi labor por el qué dirán?  Soy asistente social, Jacob, ¿acaso me consideras indigna por llevar a cabo la labor que debería ser la tuya? Me decepcionas.
- No, no querida -salta de la silla y se abraza a mi cuerpo. No quiero que detengas tu buena obra. No debo caer en el juicio de la gente. Perdona mi debilidad. Creo que me dejé llevar por la opinión de mi familia. Esta noche la casa y el granero son tuyos. Yo iré a ayudar a la Sinagoga.
- Eres un buen hombre y  marido Jacob, pero debes tener fé en mí.
Me besa. 
- Volveré a la mañana.
- Aquí estaré esperándote.

No tarda más que quince minutos en irse. No le gusta discutir conmigo. Y esta vez su propia mojigatería y su estúpida fé han sido su yugo. Dame tiempo querido, pronto te arrodillarás ante mí y ante Baal como lo haces en tu Sinagoga. Sólo es cuestión de matices.

Son las nueve de la noche. Aún quedan exactamente tres horas para preparar la estancia para los adeptos. Utilizaré el granero esta vez. Quizás deje pasar a alguno de los que mayor predisposición tengan a quedarse un par de noches en la casa con Jacob y conmigo. Supongo que si presento a una joven de mirada dulce y asustada, será mucho más receptivo que si le propongo que se quede Brian.  Meter a otro hombre joven en su casa me parece que requerirá al menos de un par de semanas de afianzamiento.

Llamo al móvil de Brian y le cito aquí en media hora. Él me ayudará a montarlo todo como lo hacía cuando nos reuníamos en aquella fábrica abandonada. El recuerdo de aquellas noches gozando por Baal aún me hace estremecer de placer.

Cuando llega y se inclina ante mí, le doy un beso de bienvenida y le premio para que vaya subiendo los 7 baúles dorados y ricamente ornamentados del sótano, donde los fui trayendo poco a poco desde que me mudé a la casa de Jacob. Todos ellos están recubiertos de escenas talladas a mano, de diferentes momentos de la adoración a Baal.  Cada uno de ellos representa una escena diferente.

El primero representa una especie de oración a Baal. Donde los cuerpos encapuchados se arrodillan ante una mujer  igualmente encapuchada y con el cuerpo al descubierto, que porta un cráneo de macho cabrio  en torno a un fuego que les envuelve y del que no pueden escapar. Los brazos alzados ante él y las bocas abiertas en rictus de penitencia y oración a Él.  El rostro de la Sacerdotisa está en éxtasis. Con la cabeza mirando hacia el Dios Astado que porta por encima de ella, la mirada perdida y la sonrisa marcada de la que cae una especie de líquido carmesí.

El segundo representa otra parte del ritual. En el cual los adoradores de Baal ya desprovistos de las túnicas negras copulan sobre ellas en la tierra mientras el cráneo de Baal se eleva en el aire en el centro del círculo de cuerpos desnudos.

El tercero evoca la imagen de la Sacerdotisa con la túnica abierta mostrando todo su esplendor, portando sobre su faz el cráneo de Baal.  Se halla recostada en un trono de cuerpos desnudos que se eleva en lo alto, mientras la orgía a sus pies palpita llevando un ritmo regular y pesado. En cada mano, la Sacerdotisa porta una daga ritual cubierta de sangre, que va resbalando por los cuerpos que se retuercen bajo ella. En la escena, de su boca sale una larga lengua de serpiente que parece moverse.

El cuarto representa el ritual a Baal. En él  aparece la Sacerdotisa totalmente desnuda con el cráneo de Baal encajado en su cabeza sobre un altar en el cual aparece montando a un hombre con el cuello rajado del que mana la sangre que el resto de los adoradores no dejan de lamer a los pies del altar, en total desnudez.

El quinto manifiesta el éxtasis del ritual. En el cual la Sacerdotisa está tirada sobre el cuerpo sacrificado del anterior baúl, con las manos alzadas hacia arriba, donde ahora se halla el cráneo de Baal dejando su rostro destapado. Los cultistas están tirados alrededor del altar boca arriba, con la mirada clavada en su deidad y sus extremidades apuntándolas. Tanto la Sacerdotisa, como los adoradores, como el cráneo están cubiertos de sangre.

El sexto están la Sacerdotisa y una representación corpórea de un poderoso Baal fornicando en el aire sobre los adoradores que vuelven a aparearse sin medida.

El séptimo es un galimatías de cuerpos en los que no se llega a  apreciar dónde empieza una cabeza y acaba una pierna. Es un amalgama corpóreo del que no se podría llegar a identificar ni los característicos cuernos de Baal ni la lengua viperina de la Sacerdotisa.

Una vez los baúles fueron trasportados al granero, comenzó a alejarse de su idea inicial.  Brian colocó la mesa alargada al fondo y se cubrió con un mantel de terciopelo rojo que se derramaba hasta el suelo. 
En la pared que tenía detrás el altar improvisado colgué un cráneo que saqué del séptimo baúl. Un cráneo cornudo 30" x 40". La representación de Baal. Me incliné ante ella y continué con los preparativos. 

La estancia fue acondicionada ricamente. Colgué de  los ganchos de las paredes antorchas para iluminar la estancia  con un fulgor impío.
Desplegamos un telar que ocupó casi la totalidad del suelo de paja del granero. Era de color negro y circular en el cual había sido tejido con plata una estrella de cinco puntas invertida en cuyo interior aparecía la representación del cráneo cornamentado de Baal. Una vez hecho eso, ya apenas quedaban diez minutos para los cinco de cortesía, para las doce en punto de la media noche.

- Prepárate, Brian. -Exhorté. Él se dio la vuelta y procedió a coger de su mochila la túnica negra ritual que iba a portar esa noche. 

Mientras se desnudaba me dirigí a los baúles y rebusqué en cada uno lo que necesitaba, y me ubiqué detrás del altar.
Miré a Brian que ya desnudo y con la túnica abierta me miraba desde su posición de oración, arrodillado. Sonreía excitado.
Le devolví una sonrisa cargada de intención y él se relamió.
Procedí a dejar sobre el altar el Cráneo de Baal, las dagas rituales, un Cáliz plateado y la túnica carmesí.
Me dí la vuelta y mirando al Cráneo colgado me desvestí lentamente. Mientras jadeaba un salmo a mi Deidad. Hice una nueva inclinación ante su magnificencia y me giré poniéndome el hábito.

No pasaron más de tres segundos cuando comenzaron a entrar por las puertas los adoradores. Bien enseñaditos, se inclinaron cuando notaron mi presencia tras el altar y sin acercarse, fueron sacando sus túnicas de sus mochilas y desnudándose.
Una vez preparados se acercaron al lugar de oración donde se hallaba ya Brian y se arrodillaron en mi presencia.
Cuando el último de ellos, quedó arrodillado ante mí, cogí el cráneo de Baal que reposaba sobre el altar y procedí a elevarlo sobre mi cabeza y a encajarlo en ella.

Los murmullos que comenzaron a oírse mientras lo alzaba, se hicieron más profundos y guturales una vez puesto. Una música que parecía proceder de otra época comenzó a sonar, evocando misticismo y depravación. Mi voz comenzó a sonar por encima de aquella mezcolanza y como un lamento jadeaba lanzando mi salmo. Las pulsaciones iban subiendo e incrementándose en los cuerpos ya calientes de los hombres y mujeres que llenaban la estancia.

Me subí al altar y mientras la música, las voces y mi salmo se incrementaban, pareció que la estancia se llenaba de la presencia de nuestro señor Baal. Las antorchas refulgieron una a una con mayor potencia. Mientras, los adoradores se rendían al más primario de sus instintos y comenzaban a desnudarse copulando entre ellos. Entonces me despojé de mi túnica. 

Brian se acercó al altar y se arrodilló ante su Sacerdotisa. Le tendí la mano invitándole a subirse. La cogió ansioso y mientras se arrodillaba entre mis piernas y comenzaba a darme placer, me recosté asiendo una de las dagas rituales, mientras la otra mano le sujetaba la cabeza fuertemente.
Los jadeos y la música llegaron a ser tan ensordecedores que no le oí acercarse.

Jacob se encontraba frente a mí, a espaldas de Brian que seguía afanándose en el placer de su Sacerdotisa. Se hallaba desnudo y tenía mi otra daga ritual en su mano, pero no fue eso lo que me sorprendió. Sino su expresión facial. No parecía quedar nada de pureza en su cuerpo y eso me excitó.
Sonriéndome cínicamente subió al altar y acuchilló a Bryan. Le empujó del altar y poniéndose entre mis piernas comenzó a follarme.

- Vaya, vaya Jezabel, he tardado en encontrarte...

Mis uñas se clavaron en su espalda y mientras me cabalgaba miré sobre su espalda llena de cicatrices y ví lo que mis uñas no habían podido atisbar con exactitud. Las cicatrices que cubrían toda su espalda, tenía en relieve la faz de mi querido Baal cornamentado.
Le giré con mis piernas encaramándome encima de él y mientras seguía copulando rugí.

-Has tardado en aparecer, mi querido Rey Acab -.




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