lunes, 28 de mayo de 2012

Corruptora - Jared Anderson. Trasfondo y Hoja. Demonio: La Caída.


Jared Anderson es la hija única resultante de la simbiosis madre-castradora y padre sumiso, ámbos de orígenes irlandeses ultra-católicos. Jared comenzó mamando de tal matriarcado, lo que sería una vida llena de normas, límites y adoctrinamiento religioso.

No tardó en ser enviada a un internado ultra-conservador (y femenino) en otro estado lejos de la pérfida California, cuando comenzó la edad de hacer preguntas. “Allí tendría las respuestas adecuadas”. Y vaya si las tuvo.
La despierta y curiosa Jared, no tardó en ser correctamente reprendida dentro de la moral cristiana: no hacer preguntas inoportunas (si es que alguna “gracias a Dios” no lo era), a mantener las apariencias, a culpabilizar y reprimir cualquier signo de sexualidad y a poner la otra mejilla.
No cabía de gozo, al sentir aquella medio sonrisa firme de aprobación con la que le agasajaba su madre, cuando sus progenitores iban a visitarle todos los finales del curso.
Cuando finalmente terminó los estudios pre-universitarios, volvió a Los Ángeles, a estudiar en UCLA.
La excitación y el miedo se aunaron al saberse aceptada en aquella universidad tan cotizada (y mixta) que la iba a recibir.
Lamentablemente, se vio enturbiada la experiencia por el fallecimiento de su padre.
Su madre acotó que debía permanecer con ella mientras estudiaba, desestimando de raíz la idea de vivir en el propio Campus. Es lo que debía ser.
Comenzó Económicas, ya que siempre había destacado en matemáticas, y era una profesión mucho más loable que Bellas Artes, que sólo era  “una pantomima de esas a las que sólo van los vagos y pecadores a drogarse, y a copular sin parar”.
Bueno, Económicas debía estar bien..
Comenzó a conocer gente, algún que otro chico, pero su madre no tardó en culpabilizarla con cualquier inicio de relación, y sobre las horas de llegada.
Para tener una válvula de escape, y tras unos cuantos ataques de ansiedad en la opresiva habitación de su casa, decidió hacer caso del folleto que había cogido en un corcho de la universidad: El Grupo de Teatro.
Poco a poco, tuvo que inventar en casa un par de asignaturas más semanales para poder justificar una asistencia mínima a las clases extraescolares, que se reunían cada dos días dentro de la facultad de Artes Escénicas.
No tardaron tanto ella como sus compañeros en darse cuenta de su potencial contenido, y comenzaron a invitarla a sus ensayos especiales. De horarios nocturnos, y por lo que había oído de algunas de sus compañeras de mesa de Económicas, de moralidad cuestionable.
Cortésmente, rehusaba cada una de las insinuaciones de sus compañeros (de corte más efusivo por parte del ámbito masculino), y huía rápida a casa, antes de ceder a sus acallados instintos.
Una noche en la cena, comentó de pasada la idea de salir a tomar algo con algunas de sus compañeras de clase, no volviendo muy tarde, y como no podría ser de otra forma, su madre no tardó en mostrar su desacuerdo. Comenzó a gritarle sobre su impúdica actitud, y sobre lo bien que estaba su padre muerto, para no escuchar las palabras de la prostituta en que se había convertido su hija.
No recordó más tarde qué es lo que le había respondido a ella, ni lo que esta después la había increpado. Sólo supo que había acabado en una de esos ensayos especiales de El Grupo de Teatro. Bebiendo, tomando LSD para vivir mejor el papel. Un guión alternativo y postmoderno de La Divina Comedia de Dante. Y los Infiernos se desataron a partir de la media noche.
Sus anteriores compañeros del grupo no tardaron en convertirse en una masa de cuerpos calientes, promiscuos y demoníacos que no cesaron hasta terminar follando todos con todos, en un suelo cubierto de lava roja, ceras derretidas, pinturas corridas y olor a sudor y a sexo.
Cuando se despertó desnuda, con el brazo de uno de sus compañeros en el pecho, y varias piernas de otras chicas más, que a su vez estaban arropadas por más cuerpos, cogió algo de ropa que había por ahí tirada sin decir nada y salió corriendo.
Volvió a su casa, tambaleándose, y temblando, deseando darse una ducha y encerrarse en su segura habitación y arrepentirse.. pero no podría ser.
Su osadía había llegado demasiado lejos, su pecado había sido imperdonable y cuando abrió la puerta de la sala, vio que este había sido pagado por su madre, que yacía muerta de un derrame cerebral, como después sentenciarían los médicos. “Castigo de Dios” rezaba la voz en su cabeza.
Salió del hospital en trance, y paseando por las calles de la ciudad, vio una tienda de tatuajes llamada “Mercy”. Sin saber por qué, y sin haber tenido jamás la idea de tatuarse la piel, salió de allí con uno. Una sola palabra inscrita justo al final de su espalda. De letras doradas y rubricadas como su Biblia. La Biblia que su madre le había regalado. Y cuya sentencia rezaba ahora en el cuerpo de Jared, para recordarle siempre el pecado que había cometido: Mea Culpa.
Esa misma semana dejó la universidad y no quiso saber nada más del Grupo de Teatro. Comenzó a trabajar  como administrativa, y debido a sus competencias con los idiomas, llegó a ejercer como Secretaria de Dirección de una filial de PENTEX Corporation. Una gigantesca multinacional empeñada en deshumanizar a sus empleados.
Para sobrellevar su rol, volvió a apuntarse a un Grupo de Teatro que formaba parte de una ONG para enseñar a chavales de familias pobres otra clase de ocio alternativo, alejados de los vicios. Una pobre justificación para su “recaída” en el arte de vivir otras vidas, interpretar emociones y sublimar hasta conseguir llegar a sentirse viva.
A pesar de su aspecto recatado y su seriedad, no pudo evitar llamar la atención en el trabajo.
Su jefe, uno de los más importantes ejecutivos de L.A. se acabó fijando en ella.
Jared siempre logró esquivar sus cada vez más evidentes insinuaciones, hasta que una noche tuvo que acompañarle a una importante reunión en Las Vegas, en carácter de secretaria personal.
Ardiz que no pudo eludir. Una vez allí, y gracias a la corroboración que tuvo a bien realizar la recepcionista, sobre la exquisita habitación –en singular- que les estaría esperando tras la cena, no dudó en intentar cortar con ello de raíz. Aludiendo una incidencia familiar, instó a que él la regresara de vuelta.
Tras unas cuantas insinuaciones menos veladas, y sus correspondientes rechazos, acabaron montándose en el coche, donde este, comenzó a meterle mano mientras conducía. Mientras intentaba zafarse de él, ninguno de los dos se dio cuenta del camión que venía por delante, y acabaron siendo golpeados y siendo estampados contra un árbol fuera de la carretera.
Dejando a Silvia muerta, con una enorme brecha en la cabeza en el asiento de conductor del coche de empresa, y limpiando sus huellas como pudo, se escabulló de allí.

A la mañana siguiente, en PENTEX Corporation.
El Sr. Smith llegó en su BMW negro, a su plaza de garaje. Su rostro se tornó blanco cuando en ella se encontró el coche de empresa abollado que condujo la otra noche.
Aparcando en otra plaza, fingiendo una heladora frialdad, caminó sudoroso y taquicárdico, montando en el ascensor hasta la penúltima planta donde se hallaba su oficina.
Pasó por delante de la mesa de su secretaria, totalmente intacta como la dejó la otra noche, y temblando giró el pomo de su propio despacho.
Recostada insinuante sobre su escritorio de ébano, se hallaba la que hasta la noche pasada, fuera su apocada secretaria, transformada en una exuberante mujer, que se mostraba no sólo viva (y sin ninguna curiosa marca en la frente), sino resplandeciente, con el café que todas las mañanas le dejaba tímidamente sobre en su mesa (y que ahora distraídamente balanceaba sobre su mano), sonriendo cínicamente.

- Jefe, tenemos que hablar.







4 comentarios:

Dominic Craven dijo...

Somos lo que hacen de nosotros, parece gritar tu personaje, aunque imagino que donde termina el texto, empieza el nuevo "yo".

Carisma, manipulación, apariencia, percepción, astucia, empatia, intuición, subterfugio, interpretación, lingüistica y convicción.
veo que no has dejado nada al azar ;)

gracias por la situación y el mensaje del tatuaje, tendre que hacer cual protagonista de memento y tatuarme para no olvidar.



En el arte de sublimar, se esconde también, el arte de ocultar.

Lady Shyzzane dijo...

¿Azar? Sólo el que dictaminen los dados..

Los atributos de Sharaknyal están perfectamente seleccionados para la jodida Corruptora que es.. Cuan dócil muñequita que tienta, acerca, seduce y baila. Su disfraz es casi perfecto, más tendrá siempre el tatuaje grabado en piel que la zarandeará cuando alce demasiado el vuelo.

"En el arte de sublimar, se esconde también el arte de ocultar": Touché. ¿Se verá tras el subterfugio de las letras?

Dominic Craven dijo...

"¿Se verá tras el subterfugio de las letras?"

No hay nada oculto para el que apredio a "ver".

Lady Shyzzane dijo...

Si... :)