martes, 29 de marzo de 2011

Caza (Parte I)



Cuando desperté no sabía dónde estaba. Y eso era muy malo.

Miré a ambos lados con rapidez mientras me incorporaba.

- No lo hagas –dijo mientras la figura que tenía ante mí me empujaba con autoridad hacia atrás.

Le miré.

Era un hombre. ¿Jonh? Su torso estaba al descubierto. Pálido. Vestía únicamente unos pantalones negros. Sus pies estaban descalzos sobre la moqueta verde desgastado.

Sus grandes ojos negros penetraron en los míos.

- Despiértala.

Me tiré sobre el colchón sobre el que me había empujado. Miré el vestido desgarrado y recordé los golpes que él me había provocado en mi apartamento horas antes. Pero no estábamos ahora en él. Era más bien un cubículo de techos bajos y una bombilla parpadeante que daba a esa habitación una intensidad siniestra. De más sombras que luces. Me recosté de nuevo sobre él y mirándole de forma altiva desde abajo abrí de forma insinuante mis piernas y mis labios.

- Seré lo que tú quieras que sea, querido –dije con voz lasciva-.

Me miró despectivamente, y moviendo de forma hastiada la mano, sin llegar a tocarme, me abofeteó. Un fino hilo de sangre resbaló por la comisura izquierda de mis labios.

- NO JUEGUES CONMIGO, HUMANA –la última palabra tenía una carga de desdén que me hirió totalmente-.

- Mira. No sé lo que quieres –dije con toda la rabia que pude- ¡pero no lo tengo!.

-Se dio la vuelta cerrando los puños, conteniéndose-.

- No.. quiero morir –dije arrepintiéndome de mi estúpido ataque de orgullo, que podría haberme ya sentenciado-.

- Cállate. Odio que supliques. Ella no lo haría. –su voz se fue silenciando a medida que hablaba perdiéndose en sus pensamientos-.

- Dame tiempo. Seré lo que tú…

- ¡CIERRA EL PUTO PICO! No eres tan lista como te jactas. Para ser profesora universitaria me resultas bastante carente. No es lo que yo quiera que seas.-

Empezó a darse la vuelta mientras su cuerpo comenzaba a temblar. Su mirada ya no era negra. Ojos como rubíes rojos refulgieron en sus cuencas.

- Ya me estoy cansando. Nunca se me ha dado bien relacionarme con vosotros. No era ese mi rol, y no lo va a ser ahora. No tengo tiempo.

Sus hombros parecieron ancharse y abrirse. Cientos hilos de sangre empezaron a deslizarse por su pecho, mientras iban abriéndose paso a través de la piel de sus omóplatos.

Unas alas negras como el carbón de unos dos metros y medios se desplegaron finalmente en torno a su magistral cuerpo, mientras gritaba guturalmente.

El vendaval que se produjo cuando las expandió por completo me tiró contra la pared, golpeándome violentamente contra ella.

- ¡¡¡YHÄRIEL!!! SAL. ESTOY HASTA LOS COJONES DE HABLAR CON TU RECIPIENTE.

Cuando volvió a hablar con lo que parecía su voz verdadera, -y no la copia barata que había utilizado con anterioridad cuando se presentó ante mí- algo volvió a retumbar en mi.. ¿alma?

Pero se contenía. Estaba escondido muy adentro. Agazapándose entre los recovecos más profundos de mi ser. Sentía una sensación de miedo tan atroz que retumbaba furiosa agotándome. Casi me dejaba sin aliento. Sin embargo algo debió moverse. Porque comencé a oír una voz de mujer hablándome desde dentro de mi cerebro.

- Dile si su Amo sabe lo que está haciendo.

Mientras comenzaba a creer que me había terminado de volver loca, el zulo en el que estábamos estalló en mil pedazos y comenzamos a caer dentro de una oscuridad que casi parecía poseer sabor.

- ¡¡¡YHÄRIEL!!! PLANTA LUCHA AL MENOS. ¡¡ME LO DEBES!!

- ¡Díselo! Sino morirás. Pregúntale si su Amo ya le abandonó con la correa puesta. –su fina voz se tornó sibilina al filtrar eso en mi mente-.

- ¡Tu… Amo! –intenté gritar a través del vendaval- ¡¿Sabe lo que estás haciendo?! La correa…¿¿te abandonó Él con ella??

La caída y el vendaval se frenaron de golpe. El frenazo hizo que la presión del aire me golpeara la espalda.

Me quedé varada sobre la nada y él se quedó al mismo nivel ante mí.

Su mirada pareció brillar brevemente.

Con su ala derecha hizo un ademán de silencio. Y lo tuve que cumplir. Intenté hablar pero no podía despegar los labios.

Comenzó a acercarse cercándome entre sus piernas. Estaba aterrorizada.

- BIEN. VEO.. QUE ESTÁS AHÍ. VEAMOS CUANTO SABE ESTA SUCIA HUMANA DE TÍ. Y DE NOSOTROS. Por tu bien –parecía dirigirse a mí en esta ocasión- espero que te haya contado la versión correcta. –Escupió-.

Sus pupilas se dilataron mucho más y el dolor que sentí en la cabeza fue como un mazazo. Creo que no caí inconsciente porque comencé a sentirle dentro de ella, revolviendo, como si de un archivo físico se tratara, de forma frenética.

Un líquido caliente se fue deslizando lentamente desde la nariz hasta mis labios sellados.

En ese momento, por suerte, todo terminó por quedarse en negro.

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