martes, 23 de noviembre de 2010

Espiral




(Continuación de  Realidad 2.0 )

Los sonidos de los acordes le golpeaban en el pecho como un puño cerrado, y eso le place. Era lo más cercano a una sensación que sentía desde el final de la última misión.
La había comenzado con la precisión y desidia que siempre había vestido desde que se incorporó a la “organización”. La frialdad y la eficacia eran sus trajes favoritos. Al menos los metafóricos, no es que renegara de un buen traje de Armani, o unos buenos zapatos de Louis Vuitton. El monje siempre debía vestir en concordancia a lo que el rebaño precisaba ver. Y él siempre había sido un complaciente pastor.
La brisa en la cara le despejaba la mente. Pero eso no llegaba ni a sensación. Esencialmente, porque lo había creado él.
El comienzo fue bueno. El desenlace.. previsible. –Tuvo que pasar por alto el haber cerrado el puño involuntariamente-. No era lo primero que evitaba reconocer.
La gente que a su lado se desinhibía ni siquiera merecía valoración. Pero le reconfortaba ser la única persona en mitad de esa playa de noche, -vestida pulcramente de armani- que poseía autocontrol.
Esa contención siempre le había provocado cierto grado de erotismo sexual. Fue su pequeña concesión por haber cumplido de forma soberbia su obligación.
Los bailarines ni tan siquiera se percataban de su presencia. Y eso estaba bien.
Comenzaron a desnudarse y a dejarse llevar por sus pasiones. Como los patéticos animales que eran. Y él siguió repasando cada pauta. Cada matiz. En medio de esa vorágine de emociones desatadas, se podía concentrar mejor. Y aunque ni tan siquiera fuera consciente, lo necesitaba para lo siguiente que iba a repasar.
Después de estudiar la situación, los objetivos, su organización y a ella, procedió a la toma de contacto.
Aquella sucia magicien.. aún podía sentir su olor y la presión del lazo psíquico que debía seccionar para desenmascarar y volver a recuperar su verdadera identidad.
Llevaba demasiado tiempo accediendo indiscriminadamente a dispares guiones morales y metafísicos de momentos de vidas pasadas, para no terminar quemándose entre realidades y quimeras. Ahora ya no podía distinguirlos. ¿Sincronia?, ¿Iluminación?, ¿Trelyaran?, ¿Laberinto?...
Conceptos, recuerdos, teatralidad llevada al límite.
La lluvia comenzó a caer, a medida que su mente iba sintiendo la presión de las emociones contenidas. Como el titiritero que era, hizo un juego sucio moldeando los recuerdos de acuerdo a sus designios. Pero una fuerza superior derribó las cuatro barajas al tiempo, echándolo por tierra.
La marcha militar comenzó a retumbar. El descontrol era intenso, y sus marionetas comenzaron a rodearle, mientras saciaban sus deseos. Sin control. Sin pudor. Y sin censura.
Sonrió sintiéndose al límite, al reconocer a través del sudor y la lluvia a dos de las hermanas de la magicien copulando con uno de los suyos, sin tener conciencia de sí mismos.
La lluvia pasó a ser arrastrada con violencia por un viento furioso incrementado por sus pensamientos.
Aflojó su corbata y la tiró sobre la tierra convertida en barro, y desabrochándose la camisa cayó al suelo de rodillas mientras su rictus se volvía salvaje, y comenzaba a hundirse en esa tierra ahora pantanosa.
La espiral comenzaba a girar concéntricamente.
Los jadeos martilleaban en sus sienes, y el rugido del viento enmascararía ante cualquier espectador lejano, el rugido de su bestia. Pero él sentía su debilidad y vomitó.
Mientras intentaba inútilmente controlar sus emociones y frenar la vorágine de autodestrucción que había creado, comenzó a tejer un cubo alrededor de ellos. El maestro y los sucios aprendices fueron enclaustrados por una barrera que iba despojándoles de oxígeno y esencia. La intensidad fue bien recibida, más no percibida por ellos.
El hedor a humanidad era insoportable.
El maestro se desconcentró pero la barrera ya quedó establecida. Se desabrochó el cinturón y arrastrándose como podía entre los cuerpos, agarró a las dos magiciens que había reconocido minutos antes. Las dispuso contra la tierra y mientras la máscara se resquebrajaba y un denso vapor negro empezaba a expedirse por ella, rodeándoles, decidió que en el momento de arrojarse al vórtice mismo, parte de su Círculo caería también con él.

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