domingo, 22 de agosto de 2010

Un corazón habita donde las raíces confluyen



Venid y quememos juntos cada cartucho cargado de nicotina,
de petróleo que se pega en las entrañas,
de aguas opacas sobre las que es imposible mantenerse a flote.

Es hora de reunirnos juntos de nuevo,
tras tantos siglos de distancia como parecen haber pasado.
Dentro, del corazón pesan.. sobre los hombros,
inclinados como vamos, arrastrando nuestras cadenas en silencio.

Porque vosotros sois una parte de mí, y esa pertenencia
no desaparece por más que las rutas vayan diluyéndose entre rutina y desidia.
Sois quienes dotáis de vida mi existencia.
Y cómo os recuerdo.. todos llenos de ilusiones que quizás no se irían a cumplir.

Pero eso qué más nos daba.. la fuerza y el honor nos impulsaba a luchar,
entre la fiereza de extraños colmillos hostiles que entre sonrisas,
intentaban separarnos y atraernos hacia diversas direcciones,
convirtiéndonos en veletas sin rumbo, y sin apoyo.

Fue el orgullo el que se apoderó de nosotros,
ya no había camada.. a algunos se los llevó la muerte,
y otros simplemente nos perdimos a solas.
Encerrados tras puertas de férreo hormigón.. de las que no podíamos liberarnos.

Ahora yo, entre las sombras, a la mísera luz de una vela que está a punto de agotarse,
entre lágrimas de soledad y añoranza, yo.. os convoco, os reclamo..
como parte de mí que nunca dejasteis de ser.
Sentaos a mi lado ahora que todo parece querer romperse de nuevo.

Necesito ver vuestros cálidos ojos sobre mí una vez más,
mis queridos lobos, acurrucarme con vosotros,
y nutrirnos de nuevo, de nuestra quintaesencia maravillosa..
tumbados junto al fuego, y junto a la serenidad de nuestra esperanza renacida.

Como los niños sin miedo que fuimos.. que nunca dejaban de sonreír.


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