El sabor ocre del vial recorre mis labios, lengua y baja por
mi garganta. Todo se enlentece un poco más. Las luces led de la lámpara de araña
que tengo sobre mí, se clavan en mis retinas doloridas, intento parpadear pero
lo hago de forma enlentecida. Cada sutil movimiento, es como una tortura, en la
posición de indefensión en la que me encuentro, atada sobre la mesa de obsidiana
negra. Se oyen a lo lejos, sonidos inconexos de armas automáticas y gritos… y
todo está tan lejos ya… yo lo estoy. Estoy escapando de todo, salvo de su olor.
Jürgen está muy cerca. Intento hablarle pero no logro hacer que de mi garganta
salga sonido alguno. Solo puedo tragar de forma lamentable y arquear un poco el
cuello.
- - Leah… Leah.. -sus palabras se entremezclan con recuerdos
de hace siglos ya. Aquella noche cuando me dí cuenta de que me había enamorado
de él. Él ya lo sabía desde hace más tiempo que yo, básicamente, desde el
principio. ¿Cómo podría ser de otra forma? El depredador de Overloocker…
olió mi debilidad por él y se abalanzó sobre mí. Su ego no pudo
contenerse, por reclamar a su presa. Lo que yo creí que era en ese momento, amor.
Qué patética.
Oigo el sonido de un inyector y Jürgen emite un débil
gemido. Giro lentamente la cara y le veo entre lágrimas, cómo cauteriza su
herida. Sobrevivirá. -Sonrío débilmente. Cómo no iba a hacerlo…-. Los latidos
de mi corazón se han ido ajustando a la danza de la muerte, que ahora mi sangre
ha marcado como compás. Y aún así, un latido asincrónico bombea con relativa
fuerza ante el conocimiento de que él viviría.
Sus ojos grises se detienen en mi sonrisa, ya casi
desaparecida, incapaz de mantenerla por más tiempo. Una sombra de duda cruza
por su mente. Lo sé. Siempre le he leído con facilidad. Miedo. Lo rechaza de un
plumazo ante la evidencia. Sigo amarrada de pies y manos… y me muero. No
puedo herirle.
Mis dedos intentan acercarse a su mano. Ya no tengo control
sobre mis lágrimas, fluyen profusamente. Podría mentirme y fingir que es por la
vida que se me escapa… pero no. Eso ya carece de importancia para mí. Hace
tiempo lo hizo. Fluyen por su traición. Y aún así, mi cuerpo desea un
último contacto con él. Con el ser que desde que puso su mirada sobre mí, supe
que acabaría con mi vida. Le veo pensar. Él se da cuenta de que le busco.
Ya está fuera de peligro, baraja que sea una trampa, pero la desecha casi al
instante. Le vuelvo a mostrar mi necesidad por él. Me deshago de la máscara de odio
que llevaba puesta. ¿De qué vale ya mentirnos, querido? Me has dado jaque
mate. Sigo amándote como el primer día. Te necesito… Su mirada gris se
enciende, como la primera vez. Se relame felinamente, de forma inconsciente. Se
incorpora y veo como le he encendido también físicamente. No lo oculta. Se apiada
de mí y libera mi muñeca derecha y sujetándola sin esfuerzo, pone mi mano sobre
su erección, para demostrarlo. La suelta y cae inerte golpeándose contra la
mesa. Gimo sutilmente ante el dolor intenso de mis huesos contra la superficie.
Le es indiferente, le soy indiferente. Vuelvo a ser una presa para él. He
desatado a su bestia. Me sonríe lascivamente y se encarama sobre la
mesa, sobre mí. Baja sutilmente la mirada para abrirse la bragueta y esos
instantes… vuelve la rabia.. ya casi no la siento, pero un latido que no
tocaba, aparece un poco más fuerte y logro
que mis dedos se mueven hasta mi boca entreabierta. Cuando vuelve a mirarme,
esta cae nuevamente contra la mesa. Su mano izquierda atrapa mi muñeca
cercándola contra la mesa y la diestra oprime mi cuello.
- - Te…. -mi voz suena totalmente destrozada-.. -Jürgen
abre los ojos. Le he vuelto a sorprender. Muevo como puedo mi cuerpo,
incitándole de una forma lastimera. Noto que eso le excita sobremanera. Como tantas
veces me demostró… Su mirada ya está perdida. – Te… vie.. – Un surco de saliva
recorre la comisura de mis labios, que junto a las lágrimas deben de darme un
estado de vulnerabilidad extrema a sus ojos. A la vez que de excitación. Desea devorarme,
y lo hará… pero siento su curiosidad. La sientes, querido…
Suelta mi dolorida muñeca, que aferraba con fiereza, se
inclina sobre mi cuerpo, se tumba sobre mi pecho, y pone su oreja derecha a
escasos centímetros de mis labios. Mi aliento le golpea en él. Con las últimas fuerzas que tengo, cortesía de
mi rabia más profunda, logro articular una corta frase, mientras mis dedos se
introducen en su boca entreabierta.
- - Te.. vienes.. conmigo.